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Absorción de la Palabra irradiada

Absorción de la Palabra irradiada

El otro día, en mi clase de Transferencia de Calor en la universidad, aprendí sobre las distintas formas en las que se puede transmitir calor. Existen tres mecanismos básicos para dicho proceso: conducción, convección y radiación. Enfocándonos solo en el último, la radiación térmica es la energía que arroja un cuerpo por el simple hecho de tener temperatura. Es decir, todo lo que nos rodea emite y absorbe radiación.[1] De hecho, mientras lees este artículo, tu cuerpo está transmitiendo radiación al mismo tiempo que la absorbe de las paredes, muebles y cualquier otra persona u objeto que tengas cerca. Al escuchar esto pensé que podría ser una forma muy interesante de entender cómo el mundo nos expone constantemente a distintos modos de pensar. Estamos siendo «irradiados» por diversos pensamientos, algunos buenos y otros malos, y es nuestra decisión elegir qué absorber y qué poner en práctica; recordando que las ideas que aceptemos guiarán, inevitablemente, nuestro actuar.  

¿Qué tiene que ver la radiación con la parábola del sembrador?

En Lc 8:4-15 encontramos la parábola del sembrador. En esta, Jesús relata una historia sobre un agricultor que esparce semillas, enfatizando los resultados de la siembra. La semilla esparcida cae en 4 distintos lugares: junto al camino, sobre las piedras, entre espinos y en buen terreno. Según la explicación de la parábola, la semilla es la palabra de Dios (Lc 8:11), lo que en radiación se representaría como la parte irradiada sobre la superficie. Y al igual que los distintos tipos de suelos, la irradiación se comporta de diferentes maneras en la materia. Esta puede ser absorbida, reflejada como un espejo o transmitida (por ejemplo, a través del vidrio de una ventana).

El primer sembrado, el que cae junto al camino, representa a los que escuchan la palabra (Lc 8:12), pero no deciden cambiar. Esto se relaciona en transferencia de calor con la reflectividad, es decir, la fracción de irradiación inmediatamente se refleja y no logra incidir dentro de la materia. Muchas veces escuchamos la enseñanza y la olvidamos rápidamente, no dejamos que repercuta en nosotros y provoque un cambio. Nuestro corazón puede ser tan duro como un suelo de piedra, en donde el Evangelio nunca llegará a arraigarse en el alma ni transformará nuestra vida. Estos son aquellos que teniendo oídos no escuchan porque han decidido no aceptar el mensaje.

El segundo y tercer sembrado son los que están sobre las piedras y la parte que cayó entre espinos (Lc 8:13-14). El primer caso representa cuando entendemos intelectualmente la enseñanza o nos sentimos emocionados y conmovidos por ella, pero solo es algo pasajero que se termina, apenas llega la prueba. Puede que tengamos una respuesta entusiasta y emocional, aunque superficial, sin entender completamente las pruebas que involucra el Evangelio. El segundo caso, lo sembrado entre espinos, representa a las personas que oyen, pero los ahogan los afanes, el engaño de la riqueza y los placeres de la vida, distrayendo sus pensamientos de la enseñanza. Estas dos situaciones se pueden ejemplificar por medio de la transmisividad: la palabra de Dios permanece en nosotros un tiempo y luego es olvidada. Para que esto no pase, la enseñanza debe ser vivida, estudiada y puesta en práctica a largo plazo.

Por último, la semilla que cae en buena tierra y da su fruto es aquella que, como la fracción de radiación absorbida, permanece en nosotros. La fracción que retengamos y meditemos nos permitirá dar fruto como evidencia de una vida transformada. La parte de la palabra de Dios que absorbemos es aquella que entendemos y obedecemos. Por lo tanto, como se nos dice en Lc 8:18: «Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener, se le quitará» (RV60). Pensemos lo siguiente: ¿estaré absorbiendo, reflejando o transmitiendo buenos o malos pensamientos?

Sé un cuerpo negro

Un cuerpo negro es aquel que absorbe y emite toda la radiación que recibe.[2] Como en el último sembrado, nosotros podemos retener toda la palabra de Dios y emitir esas buenas nuevas todo el tiempo. No estamos llamados solamente a conocer al Señor intelectualmente, sino a poner en práctica lo aprendido y a mostrar el carácter de un verdadero discípulo de Jesús. Pero ojo, la interpretación de la parábola en el Evangelio de Marcos dice que el fruto se produjo al treinta, sesenta y ciento por uno, haciendo referencia a una cosecha increíble. Jesús nos pide que seamos mejores que un cuerpo negro, que demos más fruto de lo que originalmente recibimos. Estos son aquellos que con perseverancia, a pesar de las distintas circunstancias y tentaciones en este mundo, se aferran a Dios. Son las personas que caminan en un discipulado genuino sin importar el costo.

Lo anterior ocurre cuando llega la enseñanza de Dios a nosotros, o sea, lo que expresa la Biblia. Sin embargo, ¿qué pasa cuando estoy recibiendo un pensamiento ambiguo con respecto a lo que el Señor dicta? ¿Absorberé, reflejaré y transmitiré ese pensamiento sin antes evaluarlo? En 1 Ts 5:21 se nos dice lo siguiente: «Examinadlo todo; retened lo bueno» (RVR60). Por lo tanto, procuremos que la fracción de pensamientos absorbida por nosotros sean ideas que añadan virtud a nuestra vida.


[1] Yunus A. Ҫengel y Afshin J. Ghajar, Transferencia de calor y masa (México: McGraw-Hill, 2011), 27-29.

[2] Ibíd., 687-689.

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