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Amar, escuchar, servir y testificar: pasos para la evangelización

Amar, escuchar, servir y testificar: pasos para la evangelización

Hace un año tuve la oportunidad de relacionarme con personas de diversas partes del mundo (Sudamérica, África, Arabia Saudita, Japón, China, etc.). En dos meses pude conocer distintas culturas, religiones y cosmovisiones. En cierta ocasión hablé con un musulmán, y observé el respeto que tenía por sus creencias y tradiciones (en ese entonces era el Ramadán, periodo sagrado de oración y ayuno desde el alba hasta el anochecer). Por otro lado, también conversé con ateos, los cuales me dijeron que su incredulidad era por la injusticia y crueldad del universo.

Este viaje fue un reto para mí. Al experimentar dichos encuentros, surgió en mí el deseo de estudiar con más seriedad y de manera más profunda tanto la palabra de Dios —la cual estaba leyendo de manera superficial— como las diferentes culturas que existen. Sabía que solo así podría presentar el Evangelio de forma profunda y relevante en diferentes contextos. Sin embargo, un domingo por la mañana escuché una predicación en Internet sobre la evangelización. El expositor dio 4 pasos para dicho proceso que, uniéndolos a lo que antes me había propuesto, me ayudaron a entender la misión de la iglesia desde otra perspectiva.   

Amar

Es sumamente fácil juzgar, e incluso condenar, a las personas que no creen y actúan como nosotros. Sin embargo, es importante recordar lo que dice Pablo en Ro 5:8: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (RV60). Hoy en día necesitamos amar y proclamar el amor de Dios al mundo. El Evangelio de Juan resalta el amor único de Dios por la humanidad: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (RV60). Y de la misma forma, Mateo nos exhorta a que el amor de Dios recibido y vivido se proyecte hacia los demás: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22:36-39 RV60).

En mi caso, pude entender que debía aceptar y amar a las personas tal y como son. Recuerdo que en un curso tuve a una maestra norteamericana, que cierto día me preguntó: «¿Qué religión eres?». Cuando le respondí que cristiana, me dijo: «Yo lo era antes, pero pasaron ciertas cosas en mi familia que hicieron que dejara de creer en Dios». Al finalizar el curso me entregó mis resultados con un comentario: «Aprecio tu presencia en clase. Eres una persona dulce y cortés con todos a tu alrededor». Justo en ese momento comprobé que el primer paso lo estaba cumpliendo.

Escuchar

Como decía Paul Tillich: «El primer deber del amor es escuchar». Es decir, el amor auténtico no solo hace, sino que sabe oír atentamente al otro. Las personas abren su corazón y mente cuando se sienten atendidas y comprendidas, al percibir que sus creencias, cultura y experiencias también son importantes. No hay que apresurarnos a presentar argumentos sin antes haber escuchado y discernido, por medio del Espíritu Santo, las necesidades más profundas de los demás.

Servir

Otra manera de hablar es a través del servicio a los demás. Existen varias formas de servicio. Una de estas es dando mi tiempo y talentos de forma natural; otra es ofreciendo libremente lo que he recibido de modo sobrenatural. El servir ayuda a que uno pueda entablar relaciones más cercanas y sinceras. Hay que tener en cuenta que no servimos esperando algo a cambio, sino que lo hacemos como una forma de reflejar el amor de Dios. Este acto de humildad es una buena manera de preparar el terreno del corazón para plantar la semilla de la palabra de Dios.

Testificar

Este es el punto más importante. Es clave que podamos hablar sobre nuestro encuentro con el Señor y cómo este ha cambiado radicalmente nuestra vida. El amar, escuchar y servir es muy importante, sin embargo, el poder explicar la obra de Jesús en la cruz a favor de todos nosotros es el punto central de toda evangelización. Las personas tienen que encontrarse con el Cristo crucificado y resucitado si realmente quieren ser libres. Y así tener la oportunidad de recibirlo, confesarlo como Señor y seguirlo sin reserva alguna.

El amar, escuchar, servir y testificar son pasos simples que harán que mucha gente se encuentre con la pregunta decisiva de su vida, planteada por el mismo Señor: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16:15 RV60).

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