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Dorcas y su legado

Dorcas y su legado

En la Biblia hay muchos personajes importantes y sobresalientes. Si uno piensa en Abraham o David, no hay duda que sus historias son ampliamente conocidas; si recordamos los relatos de Raquel y Lea o María, estos son fácilmente identificables. Sin embargo, la Escritura también nos presenta personalidades importantes a través de relatos sumamente pequeños, pero con una gran enseñanza. Un ejemplo de lo anterior es «una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Ésta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía (Hch 9:36 RV60)». Al reflexionar sobre esta gran mujer, poco recordada, nos podremos dar cuenta de su gran legado y enseñanza para cada discípulo del Señor.

¿Quién era Dorcas?

Tanto el nombre Tabita (arameo) como Dorcas (griego) significan «gacela». La Escritura no nos dice si la personalidad de esta mujer estaba en consonancia con su nombre. Sin embargo, Lucas, autor de Hechos, sí recuerda que era conocida por hacer el bien y ayudar a los demás. De hecho, es interesante observar que el relato resalta dos veces las obras bondadosas de Dorcas (Hch 9:36, 39): daba limosnas a los pobres e invertía su tiempo tejiendo abrigos y ropa para las viudas —personas vulnerables en la época y cultura bíblica. Es decir, esta gran mujer trataba de mejorar la vida de todas aquellas personas necesitadas. Definitivamente, la vida de Dorcas nos enseña cómo podemos ser hombres y mujeres que impacten la sociedad.

Dorcas se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres

Como ya se dijo, Dorcas era conocida por ser generosa, compasiva, cariñosa, por buscar el bien de los demás. Estas características hicieron que ella impactara a muchas personas por su gran corazón. Lo anterior se refleja al momento de su muerte, cuando las viudas llegaron a llorar y a mostrar las prendas que Dorcas les había hecho (Hch 9:39). De igual forma, podemos deducir que no solo las viudas estaban tristes, sino otro tipo de personas que, a lo largo de la vida de Tabita, fueron bendecidas por la generosidad y bondad de esta.

La corriente del mundo es hacer lo malo, pero el deber del discípulo de Cristo es ayudar a los más necesitados, desarrollando una preocupación especial por estos. Santiago 1:27 dice: «La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo» (NVI).  Cuando Jesús regrese no importará cuántos logros o títulos tengamos, sino cuánto hemos amado y servido a los demás. Las personas heridas y necesitadas están por todas partes, alrededor nuestro. Todos los días tenemos la posibilidad de reflejar el amor de Jesucristo a través de buenas acciones.  

Dorcas hacía buenas obras porque amaba a las demás personas

Aunque el pasaje no lo dice explícitamente, Dorcas fue una mujer que amaba sin esperar nada a cambio. Ella hacía buenas obras porque amaba a las personas. Estaba convencida que el amor es acción, es lo que hacemos y no solo las palabras que decimos. Entendió que amar no es tanto sentir, sino vivir sacrificadamente. Comprendió que todo discípulo de Cristo tiene este imperativo: «De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Jn 13:35 NVI). Sin embargo, cabe aclarar, el amar no se trata de una acción que nazca de uno mismo, sino de un amor implantado que nos impulsa a buscar el bien de los demás. Es decir, nosotros podremos empezar a amar genuinamente una vez que hayamos experimentado y aceptado el amor de Dios, el cual tiene su expresión definitiva en el sacrificio de Jesús en la cruz. Solo cuando ese bien supremo nos inunde, estaremos capacitados para poder amar correctamente.

A conclusión

El relato de Dorcas refleja cómo el amar se traduce en ayudar y servir al prójimo. Definitivamente, esta gran mujer impactó con sus acciones y motivaciones a la sociedad a su alrededor. Si nosotros deseamos influir como Dorcas lo hizo, necesitamos ser personas que caminen en el amor de Dios, fuente inagotable de todo bien. De esa manera, nuestras buenas acciones tendrán las motivaciones correctas. La Biblia, a través de este pequeño relato, nos desafía a seguir el ejemplo de esta discípula amadora de Dios y de los demás.

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