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Ética del Nuevo Testamento

Ética del Nuevo Testamento, parte 2*

Características de la ética de Jesús[1]

El autor africano James Nkansah-Obrempong nos da valiosas enseñanzas sobre la ética de Jesús. En realidad, su trabajo es formidable. Es una ética africana sólida, bíblica y contextual. Me gusta mucho cómo categoriza lo que uno observa en los evangelios. Él nos recuerda que Jesús construye su ética sobre su estrecha relación que tiene con el Padre. Muestra profunda continuidad con la ética que vemos en el AT. Para Jesús, la ética de los discípulos no subyace en leyes externas, sino más bien nace del corazón, desde el interior de la persona. Jesús está interesado en el carácter y no solo en la obediencia externa, en el ser y en el hacer del discípulo. El hacer es un reflejo del ser, el árbol se ve por sus frutos, de un buen árbol salen frutos buenos (Mt 7:16-20). De esta manera, para Jesús, la vida ética nace de una vida transformada, de una vida de quien decide seguir a Jesús, de quien decide caminar por el camino estrecho. La motivación es clave, no solo la conducta.

Como se mencionara arriba, la ética de Jesús es una ética del Reino. Jesús llama a buscar el Reino de Dios y su justicia (Mt 6:33). Es una ética comunitaria, no solo de individuos. Esta comunidad, a su vez, no está aislada de su sociedad. Por el contrario, es ante ella que debe brillar como luz sobre un monte y sal que sala la tierra (Mt 5:13-16). La vida comunitaria de los discípulos ha de ser de tal impacto que los demás seres humanos los verán y glorificarán a Dios. Al mismo tiempo, esta vida en justicia no es solo externa, para ser vista, nace desde las motivaciones, las actitudes correctas. El que comete adulterio no es solo el que se acuesta con la mujer, sino el que la mira y la codicia (Mt 5:27-28).

La ética de Jesús es, además, una ética de familia. Dios es nuestro Padre que está en los cielos, y nosotros somos sus hijos al creer en el nombre de Jesús (Jn 1:12-13). Como hijos somos llamados a imitar a nuestro Padre, como lo señala Jesús en Lc 6:32-36: «Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad. Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso». Es decir, los hijos imitan a su padre. Al ser una familia, nos tratamos con respeto, como hermanos y hermanas; nos perdonamos unos a otros; nos amamos unos a otros. Nuestra obediencia a las palabras de Jesús refleja ese parentesco que ahora tenemos en él: «Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 12:50).

Finalmente, la ética de Jesús es una ética de imitación. Como dijo nuestro Señor: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13:34-35).

La relación entre indicativo e imperativo

Muchas veces encontramos descripciones de la realidad que tenemos en Jesús y nuestra fe en él que luego aparecen como mandatos morales. Por ejemplo, se dice que el fruto del Espíritu, entre otras cosas, es amor (Gá 5:22). Pero también se nos exhorta innumerables veces a amarnos unos a otros (Gá 5:14). Es decir, el mandato del amor se cimienta en la realidad del amor. De la misma manera, podríamos encontrar una concordancia entre las realidades que tenemos en la obra de Cristo y las demandas éticas. Un caso clásico de esa estrecha relación es la lista de virtudes y vicios en Col 3. Pablo articula desde el c. 1 de la carta la portentosa obra transformadora de Jesús en nosotros, desde la creación de todas las cosas, su vida humana, su muerte en la cruz, su resurrección y ascensión; desde su trono nos gobierna y guía. Por eso, Pablo llama a poner la mira en las cosas de arriba (Col 3:1), en donde está Jesús, para luego exhortar a matar, a desvestirse de los vicios que aún siguen en la comunidad, y llama a vestirse de las virtudes que edifican y enriquecen esa misma comunidad.

Santiago hace algo parecido. Llama a vivir la vida de discípulos, esa fe genuina en el Señor Jesucristo con congruencia y sin actos de discriminación en contra del pobre (Stg 2:1-12).

De esta manera, las demandas éticas son posibles, pues la vida transformada de los y las creyentes, por medio de la obra del Espíritu, lo hace totalmente viable. Se requiere obediencia y perseverancia.

Conclusiones

El tiempo es brevísimo, y no nos permite ahondar en un tema realmente basto. Lo que podemos ver en la ética del NT nos estimula para seguir explorando el tema. Un asunto que salta a la vista en esta presentación es que la ética del NT es trinitaria. El Padre nos invita a ser parte de su reino, por medio de la persona y obra del Hijo. A su vez, envía su Espíritu para que haga posible que vivamos la realidad de las demandas del Reino por medio del Nuevo Pacto. Esa vida es caminada en esperanza de la consumación del Reino donde mora la justicia. Se camina en un mundo que si bien puede ser adverso y peligroso, también es un mundo en oscuridad que necesita que brillemos como lámparas sobre el almud. La ética cristiana se muestra en su esplendor no en los individuos por separado, sino cuando es vivida en comunidad. Somos una familia que modela la realidad del Reino, que muestra los estándares de este y que enfrenta los desafíos que nos presenta la realidad contemporánea sobre la base de la revelación escrita de la palabra de Dios. Desde sus parámetros y estándares juzgamos y evaluamos esta nuestra realidad. La ética del Reino tiene el potencial de impactar nuestro entorno y transformarlo por medio de nosotros, a la espera de nuestro Señor Jesús.


* Notas del coloquio del 27-08-19: «La ética en el Nuevo Testamento, una perspectiva teológica». 

[1] James Nkansah-Obrempong, Foundations for African Theological Ethics (Carlisle, Cumbria: Langham Monographs, 2013).

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