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Responsabilidad: un valor poco enseñado y muy olvidado

Es muy común observar en nuestra sociedad o cultura cómo muchas personas quieren recibir algo o vivir sin realizar ningún esfuerzo. De hecho, en muchas ocasiones se prefiere lo gratis o regalado, aun se tenga que apelar a la lástima. Por ejemplo, vemos en las calles gente pidiendo limosna o muchachos mendigando en el autobús. Pareciera que la responsabilidad —valor hoy en día poco enseñado y muy olvidado— ha sido sustituida por la ley del mínimo esfuerzo.

Lo anterior lo podemos ver reflejado en el ámbito político. Los dirigentes de diversos partidos han tratado de manipular a las personas por medio de regalos (por ejemplo, láminas, bolsas solidarias, comida o dinero), para así comprar votos. Es por eso que muchos de los ciudadanos siempre están esperando a ver quién da más y, en ciertas ocasiones, exigir todo regalado.

Es cierto que Dios proveyó a su pueblo maná y aves en el desierto después de haberlos liberado de Egipto. Sin embargo, hubo un momento en que el Señor dejó de darles el alimento con el objetivo de que comenzaran a trabajar y obtener así su propia comida.

Nunca nos va bien

Incluyendo a los cristianos, la mayoría de las personas tienden a responder de la misma manera cuando les preguntan cómo les va: «Pues…, ahí…, más o menos. Haciendo lo que se puede». O también: «Luchando porque no queda de otra».

Como maestro y consejero escucho a menudo a muchos hacer la siguiente pregunta: «¿Por qué me está pasando esto?». Sin embargo, cuando uno indaga un poco se da cuenta que su situación actual es por falta de responsabilidad, no quieren realizar el esfuerzo que necesitan hacer para mejorar. Creo que todo esto se da porque vivimos en una sociedad acostumbrada a estirar la mano para recibir las cosas sin hacer ningún esfuerzo.

La enseñanza de las Escrituras

En la Biblia es común encontrar este tipo de frases:

  • «acérquense a Dios…» (Stg 4:8),
  • «sométanlo todo a prueba…» (1 Ts 5:21),
  • «cuida tu corazón…» (Pr 4:23),
  • «vengan a mí los que están cargados y cansados…» (Mt 11:28),
  • «seguid la paz con todos, y la santidad…» (Heb 12:14).

Como se observa, la acción de los verbos resaltados en los versículos anteriores recae en nosotros, en ti y en mí. Algunos están esperando que Dios restaure su matrimonio, pero nos toca a nosotros, por lo menos, pedir perdón, dejar de ser infieles o empezar a tratar bien a nuestra pareja. Otros están pidiendo que el Señor los rescate de alguna deuda, pero nos toca a nosotros dejar de gastar en lo que no necesitamos y comenzar a practicar el hábito del ahorro. Algunos más están orando para que Dios lo sane de alguna enfermedad, pero nos toca a nosotros orar creyendo en un milagro e ir al médico y tomar la medicina recetada.

Cuando nos tomamos el tiempo de leer y escudriñar la Biblia nos encontraremos con muchos pasajes donde se hace alusión a las responsabilidades y acciones que nosotros debemos hacer. Por ejemplo, el salmista recitó: «Entrad por sus puertas con acción de gracias…» (Sal 100:4 RV60). El autor sagrado menciona el movimiento y la acción que nosotros debemos hacer, lo que es nuestra responsabilidad. De hecho, todo el Sal 100 está lleno de acciones que nosotros debemos ejecutar.

Debemos entender que Dios está listo para ser nuestro pronto auxilio y nuestra ayuda en la calamidad. Él siempre está presente y disponible buscando cómo ayudarnos. En algunos casos sé que las circunstancias precarias son ajenas a los que están sufriendo, es decir, no ha sido responsabilidad de las personas estar en esa condición. Sin embargo, hay que analizar sinceramente si nuestras situaciones son el resultado de nuestras malas e irresponsables decisiones. Lo malo, a fin de cuentas, no es tomar resoluciones incorrectas, sino no hacerse responsable de estas.

Las cosas no funcionan solo porque sí, ¡hay que hacerlas funcionar!

Nos toca hacer mucho

Este «hacer» incluye poner nuestra esperanza en Dios, acción vital que nos toca a nosotros decidir y llevar a cabo. Es cierto que el depositar nuestra confianza en el Señor es una espera que descansa en la buena, agradable y perfecta voluntad divina. Sin embargo, no se trata de esperar pasivamente, sino activamente, tomando nuestras responsabilidades. Dios no nos ha dejado ni nos dejará solos, pero él no hará nuestra parte. A nosotros nos toca hacer mucho, pero la gloria siempre es para él. 

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