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La iglesia ante la cultura

La iglesia ante la cultura, segunda parte: condenar la cultura*, parte 2

Cuando decimos que la iglesia debe ser contracultura, lo primero que viene a la mente es la tarea de señalar y condenar la cultura o algunos aspectos de ella. En efecto, Jesús, nuestro modelo, a menudo condenó frontalmente la cultura religiosa de su época, particularmente las actitudes y acciones de los líderes religiosos. Por ejemplo, en el Sermón del Monte se encuentra repetidamente la advertencia de no ser como los hipócritas (Mt 6:2, 5, 16), seguida de enseñanza acerca de alguna práctica religiosa. Jesús condenaba abierta y directamente las actitudes y acciones de los líderes religiosos que representaban la cultura judía de aquella época. En Mt 23 él los denunció de nuevo por sus actitudes y acciones, especialmente la opresión a la que sometían a la gente (vv. 4-7), y luego emitió los famosos “ayes”, severos juicios en contra de ellos (vv. 13-36).

En Lc 22:24-27 Jesús enseña a sus discípulos sobre el poder y el liderazgo, contrastando lo que sucedía en la cultura política de su época con lo que debería suceder entre ellos. Mientras que los valores de la cultura política, no solamente de aquella época sino de todas las épocas, son la ambición personal, el uso y abuso del poder y la manipulación de las personas, los valores del liderazgo entre los discípulos deben ser el servicio, el sacrificio y la humildad. Jesús dice enfáticamente “entre vosotros no será así” (v. 26 RVA), emitiendo así una condena clara y directa de los valores de la cultura política de todos los tiempos.[1]

Todo el libro de Apocalipsis es contracultural. Sus capítulos 2 y 3 contienen las cartas a las siete iglesias de la provincia de Asia. Varias de esas iglesias son descritas como comunidades disidentes que no seguían los valores de la cultura dominante, sino que los condenaban. Por ejemplo, la iglesia de Esmirna se describe como pobre, marginada y sufriente en medio de una ciudad rica, cuna del culto al emperador y con una comunidad judía rica e influyente, pero que Jesús llama “sinagoga de Satanás” (2:8-9),[2] y la iglesia de Filadelfia se presenta de manera similar (3:7-9).[3] A la vez, Jesús condena a la iglesia de Pérgamo por estar demasiado acomodada a la cultura de la ciudad (2:12-15),[4] y dice algo similar con respecto a la iglesia de Tiatira (2:18-20).[5]

En cuanto a aspectos de la cultura contemporánea que la iglesia debe condenar, Crouch menciona tres ejemplos: 1) la ideología nazi de los años 30 del siglo pasado, condenada directa y valientemente por teólogos como Karl Barth y Dietrich Bonhoeffer junto con otros cristianos, quienes plasmaron su crítica en la famosa Declaración de Barmen; 2) el negocio global del sexo, que incluye la pornografía y la pedofilia; y 3) el trato esclavizador de trabajadores en el mundo de los dos tercios.[6]

¿Cuáles serían otros asuntos que merecen la condena de la iglesia en nuestra cultura contemporánea? Los tres tipos de tráfico señalados a continuación son ejemplos representativos.

1) Tráfico de armas. La guerra siempre ha sido parte de la historia humana, pero hoy en día, además de ser un asunto de poder político y militar, también es un negocio muy lucrativo. De hecho, se ha usado la guerra como un reactivador de economías en naciones en crisis. Sin embargo, un problema derivado y más dañino es el tráfico ilegal de armas. Naciones enteras, grupos sociales e individuos son partícipes en este tráfico, que contribuye a la cultura de guerra y violencia y es directamente responsable del auge del crimen organizado y de crímenes de todo tipo. Este rasgo cultural hay que condenarlo enfáticamente.

2) Tráfico de drogas. Este tráfico se ha convertido en uno de los males más evidentes y perjudiciales del mundo contemporáneo. Se trata de un negocio más que multimillonario que tiene impacto en todas las esferas de la sociedad, hasta en la iglesia misma. Ahora se habla de narco iglesias y narco pastores, e incluso se hacen justificaciones bíblicas para blanquear dinero proveniente de este malvado negocio.[7] Obviamente, esto también debe ser condenado sin ambages.

3) Tráfico de personas. Un tema de mucha actualidad y pertinencia es el de la migración, pero una cosa es la migración en sí, y otra el tráfico de personas. Mientras que la migración es un fenómeno sociocultural e histórico que ha formado parte de todas las culturas en todas las épocas, el tráfico de personas es un delito y un problema social de enormes proporciones que produce violencia, corrupción, extorsión, malos tratos y un sinfín de otros males humanos. Esto también se debe condenar valientemente.

Otros rasgos de nuestras culturas que merecen la condena de la iglesia incluyen la injusticia institucionalizada, la impunidad, la corrupción, el abuso de poder y la mediocridad generalizada.


* El contenido de este artículo fue presentado en el coloquio del 02-10-19: «Cristo y la cultura contemporánea». Las publicaciones serán reproducción textual de David Suazo J., «Ser contracultura: Imperativo para todos los cristianos”, Kairós 54 (2014): 95-108. La ortografía y el estilo no se han modificado, pero se han omitido y acortado algunas notas al pie por cuestiones prácticas. Sin embargo, quien desee la información bibliográfica completa puede consultar el artículo original.

[1] López, La misión liberadora, 145-67.

[2] Juan Stam, Apocalipsis (Buenos Aires: Ediciones Kairós, 1999), 1:94-105.

[3] Ibíd., 136-53.

[4] Wander de Lara Proença, “Una iglesia sin el propósito de ser madura en la palabra”, en Una iglesia sin propósitos: Los pecados de la iglesia que resistirán al tiempo (Quito: CLAI, 2006), 17-48.

[5] Luis Wesley de Souza, “Una iglesia sin el propósito de la pureza y santidad”, en Una iglesia sin propósitos, 49-68.

[6] Andy Crouch, “Creating Culture”, Christianity Today, septiembre de 2008, http://www.christianitytoday. com/ct/2008/September/10.25html?start= 2: 1.

[7] Ignacio de los Reyes, BBC Mundo, 22 de marzo de 2012 (reportaje que hace referencia a la relación entre el narcotráfico y la Iglesia Católica Romana en México); Ralph Espach, Javier Meléndez Quiñonez, Daniel Haering y Miguel L. Castillo Girón, Organizaciones criminales y tráfico ilícito en las comunidades fronterizas de Guatemala (Alexandria, Virginia: CNA Analysis and Solutions), 2011 (informe detallado que incluye la relación del narcotráfico con algunas iglesias evangélicas de la región).

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