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Familia para el que no la tiene

El libro de Santiago siempre me ha llamado mucho la atención. Su enfoque práctico y vivencial de la fe y moral cristiana es muchas veces pasado por alto. En Stg 1:27 encontramos una enigmática frase que, más allá de su interesante uso de palabras, debería ser de mucha inspiración para los cristianos en Latinoamérica. Déjame citar el pasaje y explicarte mis razones: «La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo (NVI). Santiago nos desafía a socorrer en sus aflicciones a los que no tienen familia, a los más vulnerables en nuestra sociedad: los huérfanos y las viudas.

Qué significa ser padres

Antes de continuar, déjame compartir una nota personal: soy padre de un niño adoptado. Mi hijo mayor, Isaac, llegó a nuestras vidas cuando tenía un año y medio. Puedo dar fe de que no existe mayor milagro y mayor amor que la paternidad, la cual no es sinónimo de progenie. Dicho de otra manera, la transferencia genética por la cual un hombre y una mujer engendran a otro ser humano los hace progenitores. Sin embargo, ser padres es un llamado mucho más grande y profundo: es el llamado a mostrar el amor de Dios a los hijos que él nos dio para criar. En nuestra experiencia, junto a mi esposa Kara, hemos descubierto que la única diferencia entre un hijo biológico y uno adoptado es la apariencia física.

Por otro lado, ambos llevamos casi una década como misioneros apoyando a centros de acojo para niños en situación de orfandad y en riesgo de prostitución. Hemos visto de primera mano el abandono e indiferencia con que estos pequeños son olvidados por la familia, la sociedad y los gobiernos que, en teoría, están allí para protegerlos.

Amando como Dios quiere que amemos

Lo anterior me lleva nuevamente al pasaje de Santiago citado al principio. He llegado a una conclusión después de estar trabajando en medio de los más vulnerables: la sociedad y la política suelen preocuparse por aquellos que les aportarán algún beneficio como recompensa, pero olvidan por completo a las personas que no poseen, según ellos, «un valor político o económico atribuible».

En otras palabras, hoy en día están muy en boga los «derechos de las minorías», los cuales, por lo general, se concentran en las agrupaciones LGTB, ecologistas, indígenas, etc. Independientemente de los argumentos a favor o en contra que puedan plantearse para cada una de estas causas (tema que escapa a los alcances de este artículo), la realidad es que cada uno de estos grupos representa una fuerza política de coalición para atraer votos y recursos.

En contraparte están los huérfanos y las viudas: grupos de personas sin un verdadero valor o beneficio político y económico, sin la capacidad para hacer gran incidencia social, sin el potencial de formar una coalición política que les permita hacer oír sus voces. Es a estos grupos, verdaderos necesitados, a los que Santiago nos llama a servir como iglesia. ¿Por qué? Porque servirles es una verdadera muestra de amor, es un reflejo del amor de Dios; un amor que da sin esperar nada a cambio, un amor que se brinda sin buscar mayor recompensa que la de amar.

Entonces, yo me permitiría plantear el reto de Santiago en otras palabras: ¿crees que realmente estás haciendo la labor de Dios de mostrar su amor a otros? Ve y ama a aquellos que más lo necesitan y que no tienen nada para ofrecerte a cambio.

Una paradoja que invita a repensar

En un artículo titulado «Christians More Than Twice As Likely to Adopt a Child» («Los cristianos tienen más del doble de posibilidad de adoptar a un niño»),[1] la página Ethics.com informa que el 5 % de cristianos practicantes adoptan niños en el mundo, superando, por más del doble, al 2 % de la población no cristiana. Si leemos solamente el título, suena bien, ¿verdad? Los cristianos superamos con más del doble a todos los demás en nuestra apertura a ser familia para quien no la tiene. Pero cuidado con la letra pequeña. ¿Leíste bien la estadística? ¡5 %! Solamente el 5 % de los cristianos están dispuestos a adoptar pequeños.

Por otro lado, en mi trabajo como pastor me encuentro frecuentemente con la descorazonadora historia de parejas, luchando con la infertilidad, incapaces de procrear hijos biológicos. De acuerdo con datos oficiales, en EE. UU. aproximadamente el 10 % de las mujeres entre los 15 y 44 años luchan con este problema[2] (este dato no toma en cuenta a la cantidad de varones que luchan con la misma situación y a las mujeres que presentan infertilidad después de un primer embarazo).

La combinación de ambos factores presenta una interesante paradoja. Vivimos en un mundo en el que hay parejas llorando porque no pueden ser padres, y niños llorando porque anhelan tener padres. ¿Será posible que nuestros propios paradigmas, estereotipos e ignorancia nos están robando el gozo de la paternidad del corazón, al mismo tiempo que nos llevan a descuidar el llamado de atender a los huérfanos? Talvez es momento de que las palabras del profeta Isaías vuelvan a resonar en los corazones de la iglesia moderna: «… ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda!» (Is 1:17 NVI).

Un desafío

Quisiera concluir con este desafío: ¿te atreverías a abrir los ojos para realmente mirar la necesidad a tu alrededor? ¿Te atreverías a hacer la labor de Dios al atender a los huérfanos y a las viudas? Y, más aun, ¿te atreverías a ser familia para quien no la tiene? ¡Ten cuidado! Es posible que al hacerlo descubras una nueva definición de amor que termine transformando tu vida para siempre. 


[1] EthicsDaily.com Staff, “Christians More Than Twice As Likely to Adopt a Child”, 8 de noviembre de 2013, https://ethicsdaily.com/ christians-more-than-twice-as-likely-to-adopt-a-child-cms-21267/

[2] Office on Women’s Health, “Infertilidad”, https://espanol.womenshealth.gov/a-z-topics/infertility

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