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¿Es el llamado matrimonio igualitario constructivismo social?

Uno de lo serios problemas que enfrenta la sociedad actual, sin duda alguna, es el exagerado relativismo ético que presupone, en última instancia, que la moralidad es arbitraria.

La reflexión anterior nos recuerda al filósofo social Abraham Edel, quien expresó en su libro Juicio moral que todo depende de según como se miren las cosas. Esta popular frase ha distinguido a la mayoría de constructivistas sociales, quienes, según Friedrich Hayek, sostienen que «puesto que el hombre ha creado las instituciones de la sociedad y de la civilización, puede también cambiarlas a discreción para que satisfagan sus deseos y aspiraciones».[1]

En este contexto, el ser humano se puede tomar la libertad de editar, de manipular y de aceptar lo que le gusta y de rechazar lo que no le agrada. Esta síntesis marcó gran parte del siglo XIX y XX, donde la emancipación humana vino a constituirse en el horizonte de la realidad, por medio de la razón y de la subjetividad, creando así una nueva conciencia histórico-crítica y científica.

Como el sujeto, en este marco histórico, se convirtió en principio fundante del conocimiento, las clásicas instituciones sociales —como la familia y el matrimonio— comenzaron a ser reestructuradas y deliberadamente redefinidas a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI. En el pasado —sobre todo en Occidente— se suponía la unión monógama entre un hombre y una mujer, sin embargo, gracias al constructivismo social hoy es posible —inclusive ante la ley— hablar de matrimonio igualitario, es decir, matrimonio entre personas del mismo sexo.

Si Friedrich Hayek estuviera en la palestra contemporánea partiría haciendo una fuerte crítica al error de los que creen —en este caso los constructivistas sociales— «que la moral, el derecho, las habilidades y las instituciones sociales sólo pueden justificarse en la medida en que corresponden a un plan intencionado».[2]

Este común error se comete cuando no se sabe distinguir entre órdenes espontáneos y órdenes deliberados. O no se sabe la diferencia que hay —según Hayek— entre las normas de tipo «nomos» y normas de tipo «tesis». Por esto, el constructivismo social ha ejercido una gran influencia en las ideas éticas —que han servido de sustento a lo largo de la historia de las ideas sociales— por medio de la psiquiatría y la psicología para cambiar ciertos patrones que han identificado a la sociedad a lo largo de toda la existencia humana.

El presente ensayo es una afirmación de que el matrimonio igualitario es producto de un orden deliberado por el constructivismo social a través de normas tesis. Para poder comprender esta conceptualización desarrollada por Hayek se intentará describir las nomenclaturas que nos ayudarán a afirmar la tesis de quien escribe. 

En primer lugar, vale la pena afirmar que el matrimonio es un concepto anterior y superior a toda legislación humana. Es decir, no se derivó de las leyes promulgadas por los hombres, sino por un orden de tipo espontáneo o policéntrico (orden que no es hecho por nadie sino que se forma él mismo,[3] y que genera a la vez certeza jurídica).

Esta conclusión se puede extraer de lo que Hayek denominó «norma de tipo nomos», que proviene de un conocimiento práctico normativo que es la base de la civilización. Hayek dijo lo siguiente:

La vida de los hombres en sociedad se hace posible porque los individuos actúan de acuerdo con ciertas normas. Con el despliegue de la inteligencia, determinadas normas tienden a desarrollarse y, partiendo de los hábitos inconscientes, llegan a ser declaraciones explícitas y coherentes.[4]

Esta idea se puede ver reflejada, por ejemplo, en que la mayoría de las constituciones políticas sostienen que la familia y el matrimonio monógamo es el núcleo fundamental de una sociedad.

Hayek continúa diciendo:

El hombre no conoce la mayoría de las reglas por las que actúa; y aun lo que llamamos su inteligencia es en gran parte un sistema de reglas que opera sobre él pero que no conoce […]. La estructura de la vida social es determinada por reglas de acción, las cuales se manifiestan solo siendo obedecidas.[5]

Por esto, el concepto de familia, como también el de matrimonio, representan los altos ideales de la normas de tipo nomos, cuya legitimidad, a través del tiempo, es de raigambre popular, generacional, universal y moral, y que «no presupone necesariamente que una persona la haya formulado»,[6] sino más bien están presentes en el consciente colectivo naturalmente o por la evolución misma del ser humano.

A pesar de las definiciones y teorías mencionadas en los párrafos anteriores, el concepto de matrimonio se ha redefinido —por causa del constructivismo social— a tal grado que lo que escribió Frédéric Bastiat sigue teniendo relevancia en el presente:

La ley debió mantenerse dentro de los límites de su función legítima. Por desgracia, se alejó de esos límites y no solamente en cuestiones neutrales o discutibles, sino también en cuestiones que contradicen su propio fin […]. Puso la fuerza colectiva al servicio de los que buscan enriquecerse, sin riesgos ni escrúpulos, a expensas de las personas, las libertades y las propiedades de los demás.[7]

Estas leyes o conceptos que son inventados o redefinidos tienen como objetivo satisfacer y regular a la sociedad. A esto Hayek le llama «orden social específico o centralizado»,[8] cuya mayor influencia proviene del positivismo jurídico y del constructivismo social, donde las normas son decisiones legislativas y deliberadas.

La norma de tipo tesis muchas veces beneficia o favorece sectariamente a un grupo determinado, por su presunción de crear derechos sociales, en este caso los que promueven el matrimonio igualitario. Esto no produce certeza jurídica y a la larga la libertad y el Estado de derecho se ven opacados.

Por lo tanto, cuando ley y moral entran en contradicción, el ciudadano se encuentra ante la cruel disyuntiva de perder, ya sea el principio moral, ya el respeto a la ley, dos desgracias de similar magnitud entre las cuales es difícil escoger.[9]

La sociedad «igualitaria» está destruyendo la «alta cultura», pues la única manera de conseguir esa democratización universal de la cultura es empobreciéndola, volviéndola cada día más superficial (Mario Vargas Llosa). No podemos olvidar que la cultura se transmite a través de la familia, y cuando esta institución deja de funcionar de manera adecuada el resultado es el deterioro de la cultura. Por esto es importante no desvirtuar el concepto que preexiste a todo orden deliberado que tiene como meta hacer sucumbir el concepto espontáneo de familia.


[1] Friedrich A. Hayek, Nuevos estudios de filosofía, política, economía e historia de las ideas (Madrid: Unión Editorial, 2007), 17.

[2] Ibíd., 18.

[3] Friedrich A. Hayek, “Clases de órdenes en la sociedad”,  Revista Libertas 36 (2002): 3.

[4] Friedrich A. Hayek, Los fundamentos de la libertad (Madrid: Unión Editorial, 2009), 196.

[5] Friedrich A. Hayek, “Clases de órdenes en la sociedad”, 5.

[6] Friedrich A. Hayek, Los fundamentos de la libertad, 197.

[7] Frédéric Bastiat, La ley (Guatemala: CEES, 2011), 9.

[8] Friedrich A. Hayek, Los fundamentos de la libertad, 201.

[9] Frédéric Bastiat, La ley, 16.

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