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Dios y el dolor humano

Dios y el dolor humano

Hablar de la intervención divina no es nada sencillo. Más aún: ¿cómo se explica el obrar de Dios en medio del dolor humano? (por ejemplo, ¿por qué tenemos que perder al ser que más queremos en el momento menos esperado?). Es necesario reconocer que muchas veces estos sufrimientos y situaciones dolorosas son un hondo misterio divino. La teología ha tratado de aclarar dichas dudas existenciales desde la fe. Sin embargo, las explicaciones ofrecidas han diferido a lo largo de la historia. Aquí se presenta una agrupación de las teorías más extendidas. 

Dios requiere el sufrimiento

Algunas interpretaciones comprenden a Dios como un ser que, de alguna manera, requiere que el ser humano sufra. Esta dinámica convierte el vínculo entre Dios y el hombre en una relación tipo masoquista: una de las partes disfruta causar dolor, mientras que el ser «inferior» se complace siendo objeto de dicho sufrimiento. El peligro de esta postura teológica es que entiende a Dios como Padre dominador y castigador. La enfermedad y la muerte, en última instancia, se aceptan como castigo divino. Por otro lado, la dignidad humana queda menoscabada con el fin de justificar a Dios ante el problema del sufrimiento, tal como lo intentaron los amigos de Job.

Otra variante de esta interpretación es mirar el sufrimiento como un medio para obtener honra y satisfacer ciertos deseos ególatras. Es decir, el dolor viene de Dios, no por casualidad o accidente, y tiene como propósito que sus hijos le den gloria y se arrepientan de sus faltas. En otras palabras, el engrandecimiento del Creador está estrechamente relacionado con el padecimiento de sus criaturas. La humillación y el maltrato son casi el único camino posible que puede tomar el hombre para relacionarse con la divinidad, concibiendo la sumisión como fuente de gozo. Aunque en estas perspectivas Dios también ofrece la fortaleza necesaria para sobrellevar tremenda carga, que él mismo impone, no hay duda que dichas concepciones teológicas son desconcertantes.

Teología apologética

En otro extremo, podemos encontrar una teología apologética que trata de justificar a Dios de las acusaciones que lo hacen responsable de todo sufrimiento. Esta interpretación tiene como base la actualización de la lógica de la retribución y la guerra espiritual. La influencia en las últimas décadas de cierta teología neopentecostal y pentecostal (incluyendo también algunas ramas del protestantismo, catolicismo y los movimientos carismáticos) ha hecho que el padecimiento se considere como parte de una batalla contra los poderes de mal. En cierta manera, se trata de una «teodicea»: el sufrimiento proviene del mal, de Satanás y sus huestes, y no de Dios.

Jesús y el dolor

Hemos observado que ante el dolor y el sufrimiento se pueden articular diferentes razonamientos. Sin embargo, también es posible abordar dicha cuestión desde otro ángulo: el seguimiento de Cristo. Este acercamiento intenta recrear las actitudes fundamentales del Maestro en un contexto histórico determinado, planteando una pregunta: ¿cuál fue la respuesta de Jesús al problema del dolor? Hans Küng explica cómo el Señor conoció el sufrimiento, aunque nunca ofreció una teodicea:

Obviamente, Jesús conocía ya antes de su muerte en cruz todo el mal existente en el mundo, toda la injusticia, maldad y crueldad, todos los sufrimientos, dolores y aflicciones. Pero Jesús no reaccionó ante el mal ofreciendo una justificación de Dios, filosófica o teológica, una «teo-dicea». Su respuesta tiene una orientación práctica […] a las preguntas de la teodicea sobre los enigmas de la vida, sobre el sufrimiento, la injusticia y la muerte en el mundo: un Dios que ya no se halla en una lejanía infinitamente trascendente, sino cerca y con una bondad incomprensible. Un Dios que no consuela con la idea del más allá ni trivializa la oscuridad, la inutilidad y el sinsentido del presente. Más bien un Dios que, en medio de esa oscuridad, inutilidad y sinsentido, invita a la aventura de la esperanza.[1]

La praxis salvífica de Jesús manifiesta a un Dios de ternura, de amor, de solidaridad, de cercanía, de salud y bienestar, y esa es su respuesta ante el agudo sufrimiento experimentado en su contexto. Dicha perspectiva bíblico-teológica y pastoral no hace del dolor un camino que otorgue méritos frente a Dios. Más bien, ayuda a que podamos experimentar el amor revelado en Jesús —amando a y siendo amado por Dios—, sintiendo que como seres humanos, frágiles y vulnerables, no estamos solos ante los padecimientos y dolencias de esta vida.

Dios no responde el porqué del sufrimiento, sino que sufre. Dios no responde el porqué del dolor, sino que se hace varón de dolores. Dios no responde el porqué de la humillación, sino que él mismo se humilla. Ya no estamos solos… ¡él está con nosotros! Ya no somos solitarios, sino solidarios (Leonardo Boff).


[1] Hans Küng, ¿Existe Dios?: Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo (Madrid: Cristiandad, 1979), 919.

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