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Fe para la casa

Reflexionemos en Heb 10:35-38:

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.

Charles Pfeiffer sugiere que este pasaje habla de «la fidelidad (de Dios) en el pasado como el fundamento para una confianza presente. (Y también) sobre la característica de la fe, los ejemplos de fe y los triunfos de la fe».[1]

Para el judío del primer siglo poner su confianza en un hombre llamado Jesucristo no era cosa sencilla. Significaba, más bien, transformar y reinterpretar un sistema histórico que daba soporte a su fe y a su cosmovisión. 

Historia de la redención

Una de las partes esenciales de este pasaje es cuando el escritor cita Hab 2:3-4 en los vv. 37-38. Estos versos nos permiten ver cómo la historia de la redención se encuentra siempre subyacente.  La fe en sí misma no es la clave aquí, sino el objeto de esa fe: Jesucristo. El justo vive y vivirá eternamente por su fe en el Señor Jesús, el autor y consumador de la fe (Heb 12:2). Y si el justo retrocediere, es decir, si se arrepintiere de haber creído, no agradará al Señor (10:38).

Este pasaje nos recuerda que la fe en Jesucristo como el Señor y Salvador es un elemento fundamental para la vida en el presente y para la vida eterna. 

Significado original

Los judíos no se habían despojado de su sistema sacrificial a pesar de haber sido influenciados por otras culturas (p. ej. la influencia de los griegos se veía reflejada en cosas como la arquitectura o el idioma). La fe en los sacrificios de animales era un asunto muy profundo y arraigado en los judíos del primero siglo. Incluso los judíos convertidos al cristianismo tenían problemas para despojarse de esta creencia. Se trataba de un «no negociable»: el culto y las leyes que regulaban los rituales no se podían modificar.

Es aquí donde vemos la necesidad y la perfecta inspiración del Espíritu Santo para producir esta maravillosa carta. Uno de los grandes puntos aquí es la contraposición de la fe en Jesucristo, como el único y perfecto sacrificio, con la fe en el derramamiento de la sangre de animales, poco útil según el autor de la carta. Lo único que se requería de esta audiencia original en la diáspora era la fe en Jesús, quien con su propia sangre había sustituido, superado y acabado para siempre con una liturgia histórica.

Debido a que la fe era el elemento que iba a provocar una transformación en esta audiencia criada en el sistema antiguo, el escritor de Hebreos describe las características de la fe, los ejemplos de fe en hombres a través de la historia y el triunfo de la fe a lo largo de esa misma historia. Los receptores originales debían cambiar el objeto de su fe: de los sacrificios a Jesucristo.

¿Cómo vivir hoy en la crisis?

En el v. 35 el escritor utiliza la palabra griega parresia, la cual se traduce al español como «confianza».  Sin embargo, esta palabra tiene diferentes implicaciones: audacia, libertad o atrevimiento.[2] Según esto, quizás convenga hacer la siguiente pregunta: ¿vivimos con esa audacia y libertad? En ningún momento se está incitando a la imprudencia, pero la fe en medio de una situación como esta requiere de personas audaces, libres y atrevidas. Si lo común es encerrarse en el miedo, la fe responde con audacia, libertad y atrevimiento.

En cuanto a la certeza (que viene siendo un equivalente de la fe), debemos llegar a la convicción de que nuestra fe en Jesucristo provee una garantía y seguridad total. Esta certeza que solo la persona de Jesucristo puede proveer no es una probabilidad. Nuestra esperanza no es el equivalente a un conjunto de estadísticas recopiladas para predecir el futuro de la crisis. Jesús es el suelo seguro sobre el cual descansa nuestra esperanza.

Cuando creemos en Cristo en medio de una crisis tenemos seguridad, certeza y confianza absoluta. Por ejemplo, la «apuesta de Blaise Pascal», físico y matemático francés del siglo XVII, dice:

Puedes creer en Dios: si existe, irás al cielo; si no existe, entonces no ganarás nada. Puedes no creer en Dios: si no existe, entonces tampoco ganarás nada; pero si existe, entonces no irás al cielo.[3]

En otras palabras, Blaise Pascal decía que es mejor apostar por creer en Dios que no hacerlo. Pero de acuerdo al estudio de este pasaje, la apuesta de Pascal no es una teoría del todo bíblica. Sye Ten Bruggencate, apologista canadiense, critica esta teoría de la siguiente manera: «Dios no es una apuesta. Dios no es una buena apuesta. Ni siquiera es la mejor apuesta. Dios es el Dios certero, seguro y soberano quien creó todo lo que existe».[4]

En medio de esta situación mundial, ¿en quién está tu certeza, confianza y fe? Así como los judíos que se convirtieron al cristianismo dieron un paso de fe al cambiar su paradigma sacrificial (lo cual no era algo simple), así mismo el reto es para ti en esta situación que se plantea. Te recomendamos un poco de «fe para la casa», ya que es ahí en donde posiblemente te encuentras, aunque a veces sea tan difícil de poner en práctica.


[1] Charles Pfeiffer, The Epistle to the Hebrews (Chicago: The Moody Bible Institute, 1962), 13.

[2] Alexander Souter, A Pocket Lexicon to the Greek New Testament (Oxford: Clarendon Press, 1917).

[3] Para más información sobre este concepto véase “Pascal’s Wager” en https://plato.stanford.edu/entries/pascal-wager/

[4] Tomado del documental How to Answer the Fool, el cual se puede conseguir en https://store.americanvision.org /products/fool

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