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¿Quiénes se oponen a mi misión?

En relación con el tema del artículo que escribió mi esposa Karina A. Casanova, titulado «Un salmón contra corriente», en este blog, quisiera compartir otras aplicaciones utilizando la misma metáfora del salmón. Además de tener una carne muy apetecible y nutritiva, el salmón (en vida) tiene algunas características que vale la pena mencionar. Por ejemplo, pasa su juventud en los ríos, y luego nada hacia el océano donde alcanza su vida adulta y desarrolla la mayor parte de su masa corporal. Tiene una peculiaridad: como ya todos sabemos, puede nadar en contra de la corriente.

La mayoría de los salmones son anádromos, es decir, corren hacia arriba. Pasan por un período que se llama «la carrera del salmón», durante el cual, cuando han madurado, migran desde el océano como «recordando» el lugar del río en el que nacieron, y nadan río arriba hasta encontrarlo para desovar. Por lo general, regresan al mismo lugar con asombrosa precisión. Algunos científicos han explicado que, cuando se encuentran en el océano, estos peces utilizan la «magnetorrecepción» para localizar la posición general de su río natal. Ciertos animales pueden percibir el campo magnético terrestre y usarlo para orientarse. Una vez cerca del río, los salmones utilizan su sentido del olfato para ubicar la entrada y llegar hasta el punto mencionado.

Después de desovar, el salmón muere y el ciclo de vida comienza otra vez. Llama la atención lo siguiente: la mayoría de estos peces muere hasta después de haber nadado a su lugar de nacimiento y allí desovar. Es decir, hasta después de haber cumplido su misión. Sin embargo, algunos salmones no logran hacerlo. Esta «carrera anual del salmón» puede ser una gran ocasión para algunos oportunistas: los osos pardos, las águilas calvas y los pescadores deportivos, quienes son los principales oponentes del salmón en el cumplimiento de su misión de llegar a reproducirse.   

Acerca de esto, me pregunto: ¿no es esta una interesante enseñanza sobre cómo Dios dotó a ciertos animales para guiarlos en el cumplimiento de su misión? ¿Tenemos nosotros esa especie de «magnetorrecepción», ese «olfato» que nos indica hacia dónde debemos conducirnos? ¿Cuál es la manera en la que Dios nos guía para que lleguemos a ese lugar y así cumplir con nuestra misión, con nuestro propósito de vida? Y, en esta línea, surge otra pregunta vital: ¿cuál es la misión primordial para mi vida dentro del propósito individual de Dios? ¿Ya la identifiqué? Este es el tema en el que deseo que reflexionemos, no sin antes parafrasear esta concepción de Myles Munroe al respecto:

Todos los pensamientos, ideas, planes y sueños que se mantienen consistentes dentro de ti, fueron puestos ahí por Dios. No importa cuántas veces te olvides temporalmente de ellos […], siempre van a regresar a tu mente. El propósito de tu vida es esa idea que nunca te deja, es ese sueño que nunca se desvanece, es esa pasión que nunca se rinde […]. Es ese deseo tan irritante que está tan dentro de ti y que impide que puedas disfrutar tu trabajo actual, debido a que siempre estás pensando en aquello que deseas estar haciendo. Tu propósito (tu misión) y tu visión, son la energía que te mantiene viendo, aun cuando estés con los ojos cerrados. 

Los que ya hemos identificado nuestro propósito, ¿no estuvimos en un lugar deseando estar en otro? Y esto no se circunscribe a una localidad física. ¿Cuántos de nosotros no hemos estado haciendo algo —alguna cuestión laboral, una responsabilidad u otro tipo de cosa—, pero al mismo tiempo deseábamos estar haciendo otra cosa?

Cuando nos introducimos en el Evangelio de Marcos, vemos que el autor inició revelando un mundo en el que los intereses cósmicos y los terrenales se intersecan como dos planos en una línea. El Espíritu descendió sobre Jesús desde los cielos rasgados y lo condujo al desierto para luchar contra Satanás (el adversario). El evangelio narra cinco controversias (2:1-3:6). Después de la última (3:1-6), en la que los fariseos finalmente decidieron deshacerse de Jesús (v. 6), Marcos mostró la popularidad de este y su poderoso ministerio entre las masas (vv. 7-12). Más adelante, el evangelista resaltó el tema de la oposición en la controversia sobre Beelzebú. Esta controversia contiene lo que Jesús expuso en la parábola del hombre fuerte (3:27): rescatar al hombre de la esclavitud de Satanás.

La parábola del hombre fuerte se conecta con el pasaje del AT al que Jesús hizo alusión (Is 49:24-25). De la lectura de este pasaje (Mr 3:20-35) surgen más preguntas: ¿quiénes se opusieron a la misión de Jesús de rescatar a las personas de la esclavitud de Satanás? Y, de manera similar, mientras nosotros llevamos a cabo nuestra misión, ¿habrá oposición de Satanás, de los enemigos del evangelio y hasta de personas cercanas? Para encontrar las respuestas, consideremos que este discurso es fundamental para establecer el mundo simbólico por el cual Marcos estructuró su percepción de Jesús. Mientras que Isaías presentó a Yahvé como el Fuerte de Jacob que rescata a Israel de los poderes políticos, Marcos presentó a Jesús como el más fuerte que rescata a la humanidad de un hombre fuerte cósmico.

La perícopa (es decir, un pasaje con un sentido unitario, coherente) refleja la técnica característica de «sándwich» que utilizó Marcos. Se trata de un quiasmo con su típica estructura en la que los elementos se repiten mostrando un paralelismo y una idea central. Con fines homiléticos (es decir, cuando se predica), este quiasmo se puede agrupar mejor unificando estos paralelismos de la siguiente manera:

  1. La misión de Jesús es rescatar a las personas de la esclavitud de Satanás (Mr 3:23-27).
  2. Mientras nosotros llevamos a cabo nuestra misión habrá oposición de Satanás y de los enemigos del evangelio (vv. 22, 28-30).
  3. Mientras nosotros llevamos a cabo nuestra misión también habrá oposición hasta de personas cercanas (vv. 20-21, 31-35).

    No entraremos en detalles en el estudio de este pasaje, lo que interesa, para esta ocasión, es básicamente que Jesús conocía con exactitud cuál era su misión. Él también dijo: «No vine para ser servido, sino para servir, y para dar mi vida en rescate por muchos» (Mr 10:45). Jesús sabía quiénes eran los personajes (espirituales y humanos) que se oponían a su misión. Pensemos entonces: ¿ya identifiqué cuál es mi misión? ¿Quiénes se oponen a esa misión?

    En 2014, mientras colaboraba como asistente pastoral en un ministerio hispano en una ciudad de Indiana, conocí a la familia Brian. Los esposos Bill y Emily, originarios de Kentucky, tenían tres hijos terminando el High School. Además, años atrás, habían viajado a Guatemala como misioneros, donde adoptaron a tres bebés, dos niños y a una niña. Esta última tenía un problema cardíaco, por lo que su vida peligraba. Aún así, compasivos, Bill y Emily decidieron adoptarla. Los tres niños guatemaltecos (que ahora son jóvenes) fueron educados en Elberfeld, donde los Brian gozaban de todo tipo de confort, de una amplia casa en una granja, hogar donde fui hospedado durante una inolvidable temporada.

    Los Brian continuaron viajando a Guatemala. Ahí organizaron actividades misioneras, con un fuerte llamado, con un propósito de Dios dirigido al cuidado de niños huérfanos, prestándoles también atención médica, principalmente en algunas aldeas (Bill es médico de profesión). Y con esto quisiera concluir estas líneas: los Brian vendieron sus propiedades y dejaron su país y su comodidad en contra de opiniones de familiares y amigos cristianos, y decidieron radicarse en una aldea de Sumpango. Ahora están a cargo de un orfanato, y están gestionando la adopción de otra niña. Los Brian, como familia, identificaron su misión, el propósito de Dios para sus vidas, a pesar de muchas circunstancias adversas y de la influencia de personas que, «con buenas intenciones», se opusieron o estuvieron en desacuerdo con el cumplimiento de esa misión. En más de una ocasión yo mismo les insinué: «¿Para qué van a trasladarse a Guatemala?». 

    La reflexión final es que, con la guía del Espíritu de Dios, identifiquemos nuestra misión, identifiquemos a nuestros opositores y, por último, tengamos sumo cuidado de no «ser estorbo» en el cumplimiento de la misión de otros.

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