Cuarto atributo: disposición a dudar de la verdad presunta de la creencia. Nada garantiza que lo que creemos, solo porque lo creemos, es verdadero; y porque puede ser falso, quien tiene una actitud científica está dispuesto a dudar de la supuesta verdad de su creencia.
Por ejemplo, quien cree en la teoría de la evolución por selección natural, de Charles Darwin, y tiene una actitud científica, y se entera de que el biólogo molecular Michael Denton expone argumentos que demuestran que la teoría darwiniana es falsa, está dispuesto a dudar de la verdad de esa teoría.
Está dispuesto a tal duda, aunque esa teoría disfrute de una general aceptación, próxima a una intimidante popularidad, y aunque no creer en ella sea objeto de una sentencia condenatoria dictada por la actitud anticientífica.
Quinto atributo: consciencia de que la convicción no es prueba de la verdad de una creencia. La verdad es correspondencia entre el pensar y el ser. Por ejemplo, creer que, químicamente, el agua es una sustancia compuesta, es verdadero; y creer que es una sustancia simple, es falso. La verdad de la creencia depende de que haya tal correspondencia.
La convicción es ajena a esa correspondencia. Es solamente un estado subjetivo de certeza de la verdad, que no puede ser prueba de la verdad. Por ejemplo, Cristóbal creía que había arribado a tierras de Asia, y estaba convencido de que su creencia era verdadera. Y conservó, hasta su muerte, esa convicción. Empero, aunque esta convicción tuviera profundidad oceánica, su creencia era falsa: no había arribado a tierras asiáticas.
Sexto atributo: reconocimiento de que aquello que creemos que es verdadero es muy limitado con respecto a todo lo que puede ser creído con verdad. El físico y matemático Isaac Newton admitió esa limitación, y dijo: “Soy como un joven que juega en la playa, y que se divierte con encontrar una piedra más pulida o una concha más bonita que las que ordinariamente ha encontrado, mientras el mar inmenso de la verdad yace ante mí, aún oculto”.
Séptimo atributo: aceptación de que la verdad o la falsedad de una creencia debe ser juzgada únicamente por la razón. Solamente ella puede ser un tribunal que estrictamente juzga sobre la verdad y la falsedad, porque es tribunal ajeno al capricho de la arbitrariedad, a la emoción del fanatismo, al dogmatismo de la autoridad o a la arrogancia del poder. Y ante ella huye el capricho del pensar, la seducción del sentimiento o la imprudencia del querer.
Por ejemplo, solo la razón, y exclusivamente ella, puede juzgar que es verdadero o es falso creer que el origen del estado actual del universo fue una descomunal explosión de una masa original cuya densidad tendía a la infinitud.
Post scriptum: La actitud científica concierne únicamente a la verdad o a la falsedad de la creencia. No concierne a aquello de lo cual no podemos predicar la verdad o la falsedad. No pretendo, entonces, que deba haber una actitud científica en el caso de gratas ilusiones, consoladoras esperanzas, viejos amores, peligrosas ambiciones, jubilosas evocaciones, turbulentas pasiones o patológicas obsesiones.
* Publicado originalmente en http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=1344
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