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Cómo acabar bien. De zapatos viejos, temporadas, trampas y antídotos (cuarto brochazo)

    ¿Qué no y qué sí significa terminar bien? 

    ¿Qué no es? Terminar bien no significa que alguien complete bien su carrera, independientemente de la vocación, «en la cima del éxito», aclamado como gran ejemplo de la productividad de las vocaciones modernas. Terminar bien no significa banquetes que celebran la jubilación, ni las biografías, ni compartir sus secretos del éxito, ni tener sus programas de diez pasos en DVD o en Internet —pagando por supuesto. No significa premios como fascinantes oradores motivacionales, escritores de libros de autoayuda, celebridades evangélicas, dotados proféticamente, grandes intercesores públicos, movilizadores de misiones internacionales ni misioneros legendarios. Para nosotros, definitivamente no significa poseer la mayoría de juguetes, aunque, lamentablemente, sí conozco a algunos cristianos con muchos juguetes.

    No significa saltar de trabajo en trabajo, cada uno con mayor influencia, salario y legado. Finalmente, no significa que el premio mayor se les dará a los padres que afirman: «Alabo a Dios porque todos mis hijos son incondicionales discípulos del Señor.

    Entonces, ¿qué significa realmente? Significa llegar al final de la carrera de la vida, tal vez, tras telón público, silenciosamente, pero con fe auténtica e integridad personal. Personalmente tengo dos pasiones en la vida relacionadas con terminar bien, y las mido de una manera sencilla. Significa llegar al final de mi vida todavía aferrado a la verdad del cristianismo, además de integridad en la vida y hacia mi esposa y mis hijos. En mi funeral, quiero que mis hijos digan: «Papá amó a mamá hasta el final, fue totalmente fiel a ella y no nos sacrificó en el altar ilegítimo de su vocación».  La segunda pasión es hacer todo lo posible para que cada persona en cada generación, de cada cultura y lengua, tenga la oportunidad legítima de oír y entender el evangelio de Jesús, el Cristo, con el fin de que tome una decisión legítima a favor o en contra. Simplemente es justo; es justicia profunda y eterna de derechos humanos.

    Unos pensamientos para mis colegas en el ministerio transcultural. Terminar bien no significa que usted tiene que seguir siendo un siervo transcultural ni quedarse en la misma geografía/cultura toda su vida. Los siervos de hoy día ya sirven con una mayor movilidad, según las necesidades globales y locales, con base en la necesidad y la oportunidad, conjunto de habilidades y mezcla de dones, en busca de expandir el Reino en las áreas difíciles no alcanzadas, comprometidos con edificar la iglesia de Cristo en todas partes del mundo. Algunos sirven con dedicación y talentos durante una época en otra cultura e idioma, y luego regresan (por una enorme diversidad de razones) a su país natal, pero transformados para siempre.

    El significado más completo de la Gran Comisión la equilibra con el Gran Mandamiento en la proclamación del evangelio, la práctica de misericordia y justicia y el fortalecimiento de la iglesia. En última instancia, la clave no es la vocación, ni la geografía, ni el papel en la sociedad, sino más bien la integridad, la pasión por el Dios encarnado en Cristo, el servicio a la comunidad de fe y el compromiso de dar a conocer a Jesús.

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    Terminar bien se hace de mejor manera en comunidad: su familia extendida, su familia espiritual y su familia de la iglesia, sus colegas del ministerio y sus intercesores, sus mentores y sus compañeros creyentes de distintas naciones y culturas. Esto no es tema de un quijote a solas. Me dijo hace poco un amigo ingeniero: «Nosotros también tenemos que desarrollar un vocabulario de terminar bien».

    Demasiados de nosotros hemos sido formados por la imagen de la vida cristiana como las Olimpiadas de Verano o Invierno. Tendemos a honrar a aquellos que saltan más alto, corren o nadan más rápido, levantan más y, por encima de todo, aquellos que reciben las medallas de oro. ¿Quién recuerda a cualquier medallista de bronce de cualquier Olimpiada, mucho menos a aquellos que terminaron de último en cualquier evento? (En realidad, yo sí conozco la historia de algunos de los que han terminado en último lugar, y su narrativa frecuentemente es mucho más conmovedora).

    Considero que el peregrinaje de nuestra vida es más similar a los juegos paralímpicos de una pequeña ciudad. Allí en realidad no importa quién gana. A medida que esos corredores, nadadores y otros atletas se acercan a la meta, tal vez con los brazos y las piernas sacudiéndose a todos lados, atraviesan con la ovación del entrenador, la familia y la multitud. Esa es nuestra verdadera analogía. La vida cristiana es paralímpica y la clave es que cada uno de nosotros, independientemente de la edad, sexo y vocación, llegue a esa meta final. Hemos terminado; nuestro Entrenador nos ovaciona. A todos se nos recibe en el banquete.

    Terminar bien puede significar completar la vida con sueños quebrantados, cicatrices de la vida, oraciones sin responder y deseos no cumplidos, con hijos que estén o no estén caminando con Cristo. Puede significar que hay pocas evidencias reconocidas públicamente de alta productividad o valor tangible. Este es particularmente un problema para aquellos de nosotros que vivimos en culturas que premian la eficiencia, la efectividad y la productividad medible y ajetreada.

    También significa que a pesar de todos los desafíos con los que he tenido que batallar —la vida y el ministerio, la salud y la fe, las pruebas de Dios y las tentaciones de Satanás— terminaré con la fe intacta y una sensación de la mano amorosa del Padre en mi vida.

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