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Cómo acabar bien. De zapatos viejos, temporadas, trampas y antídotos (tercer brochazo)

    Tres aclaraciones

    Quizá la persona que ha escrito con más conocimiento de este tema es el Dr. Robert Clinton (profesor en la Escuela de Estudios Interculturales del Seminario Teológico de Fuller). En su estudio de las Escrituras, él plantea que solamente el 30 % de los líderes bíblicos terminan bien. Eso deja un impactante 70 % que no lo hacen. Y en la iglesia, él sugiere que un tercio termina bien, un tercio termina más o menos y un tercio termina mal.[1]

    Primero, como lo he dicho anteriormente, al hablar en esta discusión de terminar bien, no solo hablamos del final de una vida o de la jubilación, sino de la conclusión de cada fase, o transición o temporada de la vida y trabajo. Pruébelo con usted mismo. ¿Por cuántas «temporadas de la vida, ocupación, ministerio» ha pasado ya? Podría tener treinta y tantos años y sospecho que ya ha tenido tres o cuatro de ellas. Son más cortas con cada generación más joven —simplemente la realidad de asignaciones (o compromisos con un trabajo o equipo) más cortas—. Otros de ustedes, que tienen cuarenta o cincuenta y tantos podrían haber tenido dos veces más de esas transiciones.

    Así que, surge la pregunta, ¿cómo terminó usted cada temporada, cada asignación? En una escala de uno a diez, con diez como lo óptimo, ¿cómo evaluaría las conclusiones de sus temporadas?

    Esta es mi secuencia, solamente tomando en cuenta mis primeros 10 años de trabajo: estudios teológicos durante cuatro años; matrimonio; miembro del personal de IVCF (InterVarsity Christian Fellowship) en Texas por tres años; un año en la escuela de castellano en Costa Rica; tiempo parcial con la Sociedad Médica Cristiana durante tres veranos; conclusión de nuestro primer período de cuatro años de servicio en Guatemala; estudios doctorales en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Texas; y de regreso a Guatemala. Todo esto lo hice entre mis 22 años a los 34 años.

    Después de trabajar diez años más en Guatemala, salimos permanentemente de América Latina en el 1985, yo a la edad de 44 años, mi esposa a la edad de 39 y tres hijos acercándose a los 10, 14 y 16. Pensé que iba a enseñar y luego me jubilaría como profesor de Trinity Evangelical Divinity School (TEDS). Pero eso no sucedió, porque dentro de poco quedó claro que para nuestra familia esa geografía y cultura no era lo mejor para ellos. La palabra profética de Yvonne, mi esposa, confirmó que Trinity sería el instrumento para extraerme de América Latina, pero entonces Dios me daría un giro hacia algo totalmente inesperado.

    Entonces, dolorosamente discerní en lo profundo que mi cargo en TEDS sería extraordinariamente breve. Nos trasladamos a vivir por cuatro años en una pequeña ciudad de Arkansas para que la familia hiciera una transición saludable a los Estados Unidos. Fui pastor a medio tiempo, en lo que sería una iglesia de medio tiempo. El Dr. David Howard, mi mentor de toda la vida, me había dicho palabras duras y sabias en esos días de discernimiento: «Guillermo, Dios bendecirá cualquier decisión que tomes que busque lo mejor para tu familia».

    Pero fue en esa profundidad de mis pérdidas angustiantes —América Latina, la enseñanza, las misiones, los dones pastorales— que Dios, en su misericordia, me dio lo que ahora ha llegado a ser treinta años de servicio con la Comisión de Misiones de la Alianza Evangélica Mundial. Durante veinte años trabajaría como su director ejecutivo, y por 10 años adicionales continuaría como mentor emérito. Ahora me encuentro en otra etapa de la vida, de edad avanzada, tratando de entender quién soy y cómo me quiere utilizar el Señor.

    En otras palabras, ahora mismo enfrento la realidad de las últimas vueltas del recorrido. Quiero abrazarlas sabiamente. Debo administrar mi mente, corazón y cuerpo a la luz de sus limitaciones. En las épocas importantes de mi vida en las que experimenté un cambio importante ocupacional geográfico, había visualizado una cordillera frente a mí, y podía anticipar escalarla y descender al siguiente valle. El Espíritu ahora me ha mostrado, en esta última temporada de mi vida-ministerio, otra cordillera hacia el futuro, pero ha indicado que no llegaré al siguiente valle; solo llegaré a las faldas. En ese momento, quiero que se diga como se escribió de David en Hechos 13:36: «David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió, fue sepultado con sus antepasados».

    Sé parte de la misión de icrux

    Segundo, como he dicho, terminar bien se aplica a la culminación de cada trabajo, ocupación o asignación específica. Esto lo vemos en particular con relación al desarrollo de liderazgo y a la organización o equipo con el que hemos trabajado.

    Recuerdo tan bien la sabiduría de mi padre cuando enfrentamos la permanente despedida dolorosa de Guatemala: «Guillermo, sal de tal manera que te pidan que regreses». Y recuerdo bien sus palabras reveladoras cuando él mismo renunció pronto como presidente de su agencia y me dijo: «Guillermo, sal cuando quieran que te quedes, en lugar de quedarte y ellos quieran que te vayas».

    Para nosotros en el ministerio vocacional, estos principios dirigen nuestra salida de una iglesia, una misión u otra posición de liderazgo cristiano.  Tiene aplicación en el contexto de nuestro desenvolvimiento teológico. En estos casos no es fácil terminar bien en el sentido de satisfacer a todos, porque a veces implica un cambio de trabajo y un cambio de compañeros de trabajo.

    Tercero, la mayor parte de lo que deseo expresar, hablaré del arco más largo de la vida y vocación, desde el inicio hasta el mero final, por lo menos desde su «ahora hasta su final». Quizá sea más joven, esté en los años medios, o es mayor. Puede encontrarse en una transición de una de las categorías de la edad, los períodos más críticos. Haga bien la transición. Quizá está delante de mí, y sabe que está en el último trecho hacia la línea final. ¿Cuál es la naturaleza de ese arco de vida y servicio más largo? Independientemente de dónde se encuentra ahora, ¿puede visualizar lo que quiere que sea cuando «llegue allí», hacia el «final»? La sabiduría (y la insensatez) nos marcan a todos, quienquiera que seamos, donde sea que sirvamos, en cualquier ocupación o trabajo. Le animo a que le dé vueltas (y permita que ellas le den vuelta) a estas realidades multifacéticas de terminar bien.


    [1]Para más información, comience con http://eldose4jesus,blogspote/2012/10/finishing-well-dr-jrobert-clinton-html.

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