NOTA: El calzado de la imagen son los zapatos originales al que el autor hace referencia.
Un manojo de 4 desafíos vocacionales
El primero es el liderazgo tóxico, el abuso de poder. La mayoría de mis conocidos no llegarán a ser ricos, pero encuentran sustitutos para la importancia distorsionada a través del abuso de poder. Ellos mismos quizá han batallado para someterse a la autoridad, pero cuando la obtuvieron abusaron de ella. Estudios recientes en la misión global y transcultural han documentado esta toxicidad destructiva del liderazgo. Muy frecuentemente es causa de retornos anticipados y dolorosos de los misioneros.
El segundo es la tentación, una invitación sutil, de trasladarse (o dimitir) de un ministerio a otro sin haber terminado bien la asignación previa. Dicho francamente, esto podría verse como «la hierba está más verde al otro lado de la cerca». No es que Dios quiera que nos quedemos de cualquier manera en el mismo trabajo, ministerio u ocupación. Pero deseamos terminar bien cada temporada, es un asunto del tiempo delicado en el que contemplamos dejar prematuramente nuestra asignación actual. Otro amigo profesional me contó que en su empresa hay un legado de ejecutivos que crearon un equipo de trabajo, pero abandonaron ese empleo al conseguir lo que consideraban una mejor oportunidad y salario. Pero su legado fue de confusión y destrucción.
El tercero es la ambición para «llegar a la cima» en la escalera del trabajo. Es sorprendente para muchos de nosotros que incluso en el ministerio cristiano observamos las maquinaciones —tal vez formuladas con lenguaje espiritual de humildad— que algunos usan para abrirse camino hacia los altos escalones del liderazgo y la influencia. Interiorice 1 Pedro 5:6: «Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo». La realidad es que todos nosotros trabajaremos con personas de mayores capacidades, habilidades, educación que nosotros. ¡Vivimos en un mundo de desigualdades!
El cuarto es la incapacidad de entregar el liderazgo y la autoridad al tiempo apropiado; o a la conclusión del liderazgo más alto en la organización; o cuando enfrenta la jubilación. Simplemente hay demasiados ejemplos de hombres y mujeres en sus años avanzados que no se quieren soltar. Los resultados son evidentes por sí solos, y dañan a demasiadas personas y organizaciones, incluyendo iglesias y entidades cristianas. En algunos casos, esto se llama el «síndrome del fundador», es decir, el fundador no suelta las riendas hasta morir. Me he preguntado frecuentemente por qué tantos líderes dotados no se preparan a sí mismos y la entidad para las transiciones saludables.
Pruebas en los años medios del ministerio
Significativamente, en el Nuevo Testamento el mismo vocablo se utiliza para «tentación» y «prueba». La diferencia se despeja en el pasaje bíblico al ver la fuente y el objetivo de estas situaciones desafiantes. Dios nos pone a prueba porque desea producir oro en el crisol de la vida, pero no nos tienta. En cambio, Satanás tienta para destruir y matar. El desafío es vivir a la luz de estas dos corrientes.
En ciertos puntos de la vida, Dios nos invita a entrar a niveles más profundos del peregrinaje, pero esto requiere quebrantamiento y sufrimiento. Pueda ser que llegue como resultado de nuestro propio pecado, y cosechamos lo que merecemos; o puede llegar por manos de otros. Siempre es doloroso y muchas veces nos sorprende la realidad. Pero el quebrantamiento también puede ser resultado de una invitación soberana y compleja a seguir el camino del Siervo sufriente. ¿Por qué nos hace eso Dios? Frecuentemente él lo permite porque él mismo está en el proceso de deconstruirnos, de purificarnos de nuestro falso yo, o está preparándonos para la siguiente etapa de la vida y vocación.
Irónicamente, la etapa siguiente podría significar servicio a la humanidad al margen y lejos de la palestra pública. Podría significar que terminaremos caminando con una clase de «cojera de por vida», como lo hizo Jacob después de su batalla con el ángel. Me conmueve el relato de Isaías de que «el Señor quiso quebrantarlo». En todos los casos, significa el camino descendente de la movilidad, hacia la cruz. Un pequeño libro de Henri J. M. Nouwen, En el nombre de Jesús: Reflexiones sobre el liderazgo cristiano, habla poderosamente de este tema.
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