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La libertad: libre albedrío o el experimento de Libet

    Hoy me desperté, tomé un baño, me dirigí al trabajo, desayuné, almorcé, regresé a casa y me propuse a escribir este documento. Comencé a buscar algo interesante que contar hasta que pensé en el poder de tomar decisiones. Pensaba si todo lo que yo decidí durante el día en verdad fuera decisión mía, es decir ¿estaba destinado en hacer todas las cosas?, ya que yo escogí entre 2 tipos de comida, por ejemplo, pero en realidad es una pequeña ilusión de que yo tomé la decisión de qué comer, puesto que alguien decidió antes ofrecer 2 menús para elegir. Si seguimos pensando esto, probablemente nos topemos con que todas nuestras decisiones están condicionadas, yo “decido” qué ver en la televisión, pero en realidad alguien decidió antes qué poner en la programación.

    De hecho, esta corriente de pensamiento de que, si nosotros tomamos decisiones en realidad es algo muy recurrente, aunque coloqué ejemplos relativamente sencillos esto tiene repercusiones enormes. La Biblia nos pone a escoger, por ejemplo, entre “la vida y la muerte” (Deuteronomio 30:19), pero ¿en realidad tomamos nosotros esa decisión? No es que sea un rebelde antisistema, el punto es la curiosidad, ya que seguramente Dios tiene una respuesta y es lo que buscamos “descifrar”, de hecho, esta libertad que tiene el ser humano de decidir es mejor conocida como libre albedrío. 

    Una perspectiva científica

    Benjamín Libet fue un neurólogo que diseñó un experimento para determinar si teníamos libertad de decisión, es decir, si nuestra conciencia nos hace tomar las decisiones en nuestro día a día. Esto independientemente de si eran buenas o malas las consecuencias; para estos fines Libet colocó sensores que medían la actividad cerebral en la cabeza. Las instrucciones generales fueron: el individuo era libre de presionar el botón que estaba sobre su mesa cuando quisiera frente un reloj en la pared que tenía una solo mansilla. El pensamiento lógico llevó a Libet a determinar que debería existir un procedimiento para la toma de decisiones, estos pasos debieron ser: primero estar consciente de que se debía tomar la decisión de pulsar el botón, luego el cerebro ejecutaría las acciones motoras en las áreas correspondientes al brazo que impulsaría el botón, posteriormente se debía registrar actividad en los músculos del brazo y por último pulsar el botón.

    Resulta que no fue el caso, ya que al estar en el experimento primero se detectaron acciones motoras en las áreas correspondientes al brazo que impulsarían el botón y después de eso el sujeto sintió el deseo de pulsar el botón. Aunque hay demasiadas conclusiones en este experimento no vamos a desarrollarlas en su totalidad.

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    El libre albedrío

    Imaginen la sorpresa al saber que el cerebro se prepara antes que sintamos el deseo de tomar alguna decisión, es decir, mi cerebro sabía en la mañana que yo comería pollo antes de haberlo siquiera considerado en mi mente. Claro que este experimento no es evidencia suficiente para decir que no tenemos libre albedrío, pero sí es un parteaguas dentro de lo que nosotros pensábamos creer, ya que ¿pecamos nosotros por deseo consciente? Porque si lo pensamos bien, nuestro cerebro sabe lo que haremos antes de sentirlo. La respuesta mi querido amigo es un rotundo NO.

    Pero no hay que precipitarse, la física enuncia algo parecido a saber presente, pasado y futuro, un mecanismo que no está prohibido por las leyes de la física, pero sí por la razón. Algo conocido como el demonio de Laplace, sin hablar de determinismo puro, a decir que haya una maquina tan potente para saber la posición de todas las partículas en el universo, y de esa manera saberlo todo, pudiendo “predecir” el choque de planetas, estrellas, ubicación de un agujero negro de forma exacta, etc. Dado que estamos formados por partículas es posible analizar nuestro comportamiento, cerebro, etc. y determinar qué sabor de helado compraremos la próxima vez, el nombre y raza de nuestra próxima mascota, qué desayunaremos y otras infinidades de cosas.

    Tal vez, a tal altura, necesitemos saber nuestro futuro, con la salvedad que esto estaría años luz de suceder; la física no lo prohíbe, pero la razón nos dice que no es posible todavía, menciono esto para explicar que el determinismo no es libre albedrío, cabe resaltar que esto es algo propuesto por René Descartes ya que el determinismo no es capaz de predecir el comportamiento del alma.

    Conclusión

    No tenemos evidencia en el experimento para determinar que no hay libre albedrío, ya que después de todo siempre decidimos cuándo tomaremos nuestras propias decisiones. Dentro de nuestro cerebro debe formularse una solución para la incógnita que tengamos delante nuestro, y todo lo que hagamos para definirnos como personas solo determinará la responsabilidad de nuestros actos, sean buenos o malos. Todas las decisiones que tomemos, aunque sea algo sencillo o complejo tienen un filtro. La biblia nos ayuda en este proceso, en 2 Timoteo 3:16 refleja el sentido de este pasaje con la palabra redargüir que viene del griego “élegchos” traducido como convencer, amonestar, reprender.

    Entonces, tenemos libre albedrío y también la firme convicción de que la Biblia puede ayudarnos a tomar decisiones cuando no sepamos qué hacer y el Espíritu Santo que nos ayuda a tomar las decisiones correctas. Me gusta mucho pensar que Dios es tan real en nuestras vidas como nosotros queremos que sea y nos ayudará a tomar las decisiones correctas siempre.

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