Es imposible que el cerebro lleve a cabo muchas tareas emocionales cuando ha sido afectado por malformaciones, accidentes o enfermedades. Por lo tanto, es necesario realizar un acercamiento muy breve al lugar de origen de las emociones: el cerebro.
Las respuestas que se dan precipitada e impulsivamanete es debido a las conexiones y sinapsis entre el cerebro emocional y el cortical. En este caso, el tálamo y la amígdala toman gran parte de este proceso. El tálamo es un filtro que actúa como integración de todos los estímulos sensoriales que se reciben por medio de los cinco sentidos, los cuales envía a la amígdala y al lóbulo frontal. La amígdala presenta conexiones con el hipocampo, lo cual da una unión entre la amígdala con el tálamo y la corteza frontal:[11]
Los lóbulos prefrontales y frontales juegan un especial papel en la asimilación neocortical de las emociones. Como ejecutivo de nuestras emociones, asumen dos importantes tareas: en primer lugar, desarrollan planes de actuación concretos para situaciones emocionales. Mientras que la amígdala del sistema límbico, proporciona los primeros auxilios en situaciones emocionales extremas, el lóbulo prefrontal se ocupa de la delicada coordinación de nuestras emociones.[12]
«La amígdala contacta también el hipotálamo y el septum. Estas conexiones permiten el llamado «atajo emocional», por el que es posible dar una respuesta emocional más rápida antes de que la información llegue al cerebro».[13] Es decir, «la amígdala es la especialista para los aspectos emocionales».[14] Si esta es dañada, sea por enfermedades, malformación cerebral o accidentes, evidentemente las emociones serán afectadas y, por ende, el resultado de su ejecución perjudicará el entorno social de esta persona.
Si alguien no tiene este diagnóstico, es decir, si su cerebro no ha sufrido ninguno de los daños antes mencionados, entonces, es importante que comprenda que estas partes del cerebro son un fragmento esencial, porque es el lugar de donde provienen las emociones, componentes importantes en el ser humano. Dicho esto, es oportuno concluir con un elocuente pensamiento del filósofo Juan Loaiza:
No son pocas las veces en las que nos topamos con ese aparentemente extraño fenómeno que son nuestras emociones. A menudo usamos expresiones como “las emociones no son racionales” o “esta persona es muy emocional, pero debería ser más racional”. Esto sugiere que las emociones, por un lado, están íntimamente ligadas a nuestras vidas y que hacen parte de nuestra cotidianidad, pero además, que ellas nos evocan preguntas que no parecen fáciles de responder y que incluso a veces pensaríamos que están por fuera del alcance de la razón.[15]
[1] A. Grün, La escuela de las emociones (España: Sal Terrae, 2014), 9.
[2] C. Salvador Ferrer, Análisis transcultural de la inteligencia emocional (Almería: Universidad de Almería, 2010), 13.
[3] M. Pallarés, Emociones y sentimientos: Dónde se forman y cómo se transforman (Barcelona: Marge Books, 2010), 71.
[4] Ibíd., 71-72.
[5] D. Märtin y K. Boeck, Qué es inteligencia emocional: Cómo lograr que las emociones determinen nuestro triunfo en todos los ámbitos de la vida (Madrid: Edaf, 2001), 36.
[6] Pallarés, Emociones y sentimientos, 77.
[7] Märtin y Boeck, Qué es inteligencia emocional, 37.
[8] Pallarés, Emociones y sentimientos, 77.
[9] Grün, La escuela de las emociones, 12-13.
[10] Märtin y Boeck, Qué es inteligencia emocional, 36.
[11] Pallarés, Emociones y sentimientos, 78.
[12] Märtin y Boeck, Qué es inteligencia emocional, 44.
[13] Pallarés, Emociones y sentimientos, 78.
[14] Märtin y Boeck, Qué es inteligencia emocional, 42.
[15] J. Loaiza Arias, La naturalización de las emociones: Anotaciones a partir de Wittgenstein (Bogotá: Universidad del Rosario, 2016).
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